– Chico –
Lleva meses anunciándolo, explicándolo, pero no lo sabe. Es chico, ignora los calendarios. Así que baja despreocupado la estrecha escalera de la vieja casa cantonal mientras piensa que tiene hambre, aunque todavía lleve en la boca el extraño gusto mezclado del pero y el café con leche que la abuela le ha dado hace un momento, ignorando, como siempre, las protestas de mamá, el silencio de papá, su cruce de miradas. En la calle, el coche nuevo. Mamá le anuncia una cena rápida, que mañana es el día. Con una sonrisa triunfal. Y entonces rompe a llorar, de pie, en medio de los asientos de papá y mamá, en medio de su atónito cruce de miradas. Porque ahora sabe lo que explicaba y que los calendarios existen, con fechas marcadas e inexorables. Porque sabe que mañana se van. Y, sobre todo, porque ahora se sabe un poquito menos chico.